La filantropía como el blackjack: un juego para adultos
- Andrés Gómez

- Jul 30
- 4 min read
Updated: 1 day ago

Hace unos días estaba aprendiendo sobre finanzas personales y me encontré con un video maravilloso de un seguidor de Warren Buffett y Charlie Munger llamado Mohnish Pabrai. Resulta que es un inversionista y, además, un filántropo extraordinario, creador de la Dakshana Foundation.
El video me emocionó mucho porque explica, de manera muy sencilla, los principios de la filantropía de alto impacto, que al igual que las inversiones (dice él), se basan en una aritmética básica: encontrar oportunidades donde los retornos sean clara y evidentemente muy superiores a la inversión. Me da un poco de vergüenza insistir en esto, pero la filantropía en América Latina, en promedio, se resiste a aplicar esta aritmética para elegir problemas y diseñar soluciones.
Lo más interesante es que Mohnish compara la filantropía con el blackjack (un juego en el que él desarrolló un sistema matemático que los casinos nunca pudieron descifrar). Y la analogía me encantó porque encierra una idea poderosa: la filantropía es un juego de adultos, un juego de estrategia, no un juego de niños que no calculan el valor futuro.
** Link al video de Youtube (a partir del minuto 52:10 en adelante habla de su filantropía).
** En el minuto 54:06 Pabrai explica cómo nació Dakshana.
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La Fundación Dakshana: clonar un modelo exitoso y ponerle un motor de crecimiento.
Él había leído sobre Super30, un programa en el estado de Bihar (India) creado por Anand Kumar. Este programa, con recursos mínimos, preparaba a 30 jóvenes de familias en pobreza extrema para el examen de ingreso a los Institutos Indios de Tecnología (IITs), las universidades públicas más prestigiosas y competitivas del país. Con onversiones muy bajas por alumno, Kumar lograba que casi todos fueran admitidos. Aquellos estudiantes pasaban de contextos rurales sin oportunidades a obtener una educación universitaria de altísima calidad, con la posibilidad de ser contratados por empresas tecnológicas globales como Google, Amazon o Microsoft. Para Pabrai fue un momento de claridad: “Si existieran diez mil Kumar, yo solo pondría el dinero”, dice en el video.
Como no existían diez mil Kumar, decidió clonar el modelo y fundó la Fundación Dakshana en 2007. Desde entonces, Pabrai y su familia donan entre el 2 % y el 5 % de su patrimonio cada año, lo que hasta hoy suma más de 27 millones de dólares. El programa de Dakshana ofrece a los estudiantes dos años de preparación intensiva con alojamiento, alimentación y materiales incluidos. Y los resultados son impresionantes: más de ocho mil becarios han pasado por el programa y cerca del 80 % de ellos logran ser admitidos en los IITs o en facultades de medicina públicas del país. Cada admisión significa para los jóvenes un cambio radical: un futuro en profesiones altamente demandadas y la posibilidad de multiplicar varias veces los ingresos de sus familias.
Dakshana’s primary focus is on the 970 Million people living in India’s 638,000 villages. Large swaths of India’s massive rural population live in extreme poverty and are mostly left out of the economic growth plans underway in the country. Rural India comprises 72% of the country’s population. At institutions like the IITs, less than 5% of the students come from impoverished rural backgrounds.
Inputs vs. outputs: contabilidad de capital humano.
Pabrai pone los números sobre la mesa. Cuenta que Super 30 invertía alrededor de 800 USD por estudiante para prepararlos intensivamente durante meses para el examen de ingreso a los IITs. Son universidades públicas de élite, más difíciles de ingresar que Princeton, Harvard o el Massachusetts Institute of Technology: menos del 1,3% de quienes presentan el examen son admitidos. Según la entrevista, el 70% de los estudiantes de Dakshana son admitidos. Lo impresionante es el salto económico que estos jóvenes dan al graduarse. Pasan de vivir en familias que sobrevivían con 60 USD al mes a tener ofertas laborales en gigantes como Google, donde pueden ganar 150 000 USD el primer año y llegan fácilmente a 300 000 USD en el tercer año.
Dakshana adoptó esa misma lógica. No se trata de hablar de “impacto social” en términos difusos, sino de medir con rigor: cuántos estudiantes entran, cuántos logran ser admitidos en universidades de primer nivel y cuáles son los ingresos que alcanzan. Mientras muchas fundaciones reportan indicadores como “más autoestima” o “mejor cohesión social", que son valiosos pero difíciles de monetizar, Pabrai se enfoca en métricas duras que cualquier empresario entiende. Y gracias a esa claridad ha podido demostrar que el retorno económico de una educación de altísima calidad es descomunal. Esta forma de medir no solo le da credibilidad, sino que le permite ajustar y optimizar el programa año tras año para maximizar el impacto. La claridad e impacto de su modelo le valió una pequeña nota de reconocimiento su gran mentor...
Estimado Mohnish, Sigo increíblemente impresionado por lo que ha hecho, está haciendo y hará en Dakshana. Es sencillamente fantástico, mucho más impresionante de lo que jamás logran los titanes de los negocios, los gurús de las inversiones y los políticos famosos. Me alegra que mi informe anual no se compare con el informe anual de Dakshana. Es un honor incluso ser citado en él. Con admiración – Warren E. Buffet.
A copiar esta jugada en América Latina
Aquí es donde los grandes filántropos de la región tienen una oportunidad enorme. Muchos empresarios comprometidos con la filantropía pueden aplicar la misma lógica que usan en sus negocios: enfocarse en un solo tema, construir una estrategia a largo plazo y maximizar el retorno de cada dólar invertido. Así como Pabrai apostó por la educación de alta calidad, en América Latina podríamos elegir causas estratégicas y empujar soluciones de gran escala con una lógica de inversionista. Este tipo de enfoque disciplinado no solo evita dispersar esfuerzos, sino que permite generar impactos escalables y medibles en el tiempo. La filantropía no tiene por qué ser un “portafolio” de proyectos pequeños desconectados entre sí; puede ser una gran apuesta bien pensada, con métricas claras y una mirada de largo plazo.
Conocer experiencias como la de Mohnish Pabrai es fundamental para inspirar cambios profundos en nuestra región. Su historia demuestra que no hace falta inventar todo desde cero: se pueden clonar modelos exitosos, adaptarlos y ejecutarlos con la misma disciplina con que se dirige una empresa. Si logramos que más filántropos latinoamericanos adopten esta lógica de retorno a la inversión, enfocada en un solo tema y con medición rigurosa, podríamos transformar por completo la forma en que se hace filantropía en Colombia y América Latina. Y, con ello, cambiar de manera radical la vida de millones de personas.



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