¿Qué es la filantropía de alto impacto?
- Andrés Gómez
- Nov 1, 2024
- 3 min read
Updated: Jul 16
La filantropía moderna está quebrada. Muchos recursos se invierten en programas mal diseñado y sin impacto. ¿Qué hacer al respecto? La filantropía, así como la política pública, se para sobre un edificio de conocimientos validados y una masa crítica de profesionales altamente calificados. Entonces, hay que hacerlos valer. Hay que hacer filantropía apalancando el conocimiento que tenemos sobre cuáles son los problemas más urgentes y cómo sabemos resolverlos o mitigarlos. De igual forma, hay que traer a los equipos de trabajo a las personas mejor capacitadas, como lo hace cualquier otra disciplina y sector económico, para que éstas sean quienes piensan, diseñan, ejecutan, evalúan e inventan las mejores soluciones a los problemas sociales actuales.
De esta manera, la filantropía de alto impacto se caracteriza porque trabaja basado en ciencia y evidencia científica, y porque lo hace con los profesionales mejor entrenados en métodos de investigación.
Por otro lado, la filantropía de alto impacto NO es un par del Estado o del Mercado, pues no tiene la capacidad de apalancar las mismas magnitudes de presupuesto o de vincular a la misma cantidad de capital humano. En cambio, la filantropía se debe reconocer como ese espacio que busca resolver los problemas sociales que el Estado y el Mercado no atienden, y sobre la base de esto, buscar diseñar soluciones costo-efectivas, y que por tanto puedan ser apropiadas por el Estado o el Mercado de una manera masiva, o simplemente altamente efectiva, para que puedan ser implementadas por el Estado en su esfuerzo de garantizar un nivel de oportunidades suficiente para cada uno de sus ciudadanos.
Así, la filantropía de alto impacto debe pensar soluciones innovadoras, de alto impacto y costo-efectivas, para que el Estado y el Mercado las pueda escalar, beneficiando cada vez a más personas.
En Estados Unidos, Inglaterra y Australia ha resurgido la filantropía basada en evidencia, que es lo que aquí llamamos filantropía de alto impacto. En realidad, la filantropía no debe ser sino una. Y acá le podemos apellidos solamente para explicar mejor hacia donde debe evolucionar la práctica sistemática del altruismo y la empatía. Es cierto que este es un giro utilitarista, y que muchos asocian esta palabra con pensamiento económico que no es humanista. Pero en este caso es todo lo contrario, el surgimiento del utilitarismo en la filantropía es una vuelta al humanismo más básico, pues implica considerar que cada persona tiene el mismo valor, y que por tanto debemos priorizar a los que sufren más y focalizar los recursos en los programas que atienden a los más desprotegidos y de la manera más eficiente.
Promover el giro utilitarista de la filantropía para América Latina es lo mismo que presionar por gobiernos más eficientes, por menos corrupción, por el fin de la burocracia ineficiente, por la política pública inteligente, en fin, es velar porque los impuestos que pagamos se intercambien por bienes de calidad.
Si un programa social no muestra resultados, no tiene unos procesos de selección de causas bien argumentado, no cuenta con equipos de expertos para diseñar, ejecutar y evaluar programas, y lo pero, si sigue diciendo que no todo se puede medir, esto quiere decir que su capacidad de transformar recursos en bienestar es probablemente muy baja o nula.
Hay razones para el optimismo. Aunque muy pocas, existen organizaciones que hoy, en América Latina, no conciben una filantropía sin expertos y sin ciencia. Gracias a ello, son capaces de estar en el primer nivel de los debates sociales a nivel mundial, tienen fuentes de financiación estable, tienen vínculos cercanos con la academia, y tienen sus ojos puestos sobre algunos de los problemas más graves y aun así sobre los problemas transformables de la región. Es a ellos a donde se debería estar dirigiendo todo el esfuerzo económico que produce nuestro musculo altruista.
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